Inicio > Documentos > 2006_05_31_pintor_de_batallas
- Había un chico jovencito. Guapo. Unos dieciséis o diecisiete años. Bosnio. Un guardián serbio se encaprichó de él.
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- Cuando algunas noches el guardián se lo llevaba - prosiguió - aquel chico siempre volvía con algo. Un poco de chocolate, un bote de leche condensada, tabaco... Nos lo daba todo. A veces hasta consiguió medicinas para los enfermos...Aún así, lo despreciábamos. ¿Qué le parece?... Sin embargo tomábamos cuanto traía.
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- Una noche - seguía contando Markovic - varios de mis compañeros sodomizaron al chico. Si te dejas por el serbio, dijeron, te dejas por nosotros. Le habían metido un trapo en la boca para que no gritara. No hicimos nada para defenderlo.
Sobrevino un largo silencio. Faulques observó la pintura mural, allí donde el niño medio incorporado en la arena miraba a la mujer tendida boca arriba, los muslos desnudos y ensangrentados. El caudal de fugitivos procedente de la ciudad en llamas, vigilado por los esbirros armados, pasaba sin prestar atención,. Sólo era una historia más, y cada uno tenía sus problemas.
- El chico se ahorcó al día siguiente. Lo encontramos detrás del barracón.
El pintor de batallas. Arturo Pérez-Reverte.
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