Estas semanas que pasaron me hicieron sentir algo marginada, por lo cual para ser socialmente correcta y tener algún tema de conversación, presté atención a los periódicos, noticieros radiales y televisivos... Ahí es cuando me di cuenta que la "pasión de multitudes" , "el sano deporte", "el triunfo sobre la droga" hace que toda otra noticia quede relegada a un minúsculo espacio de cuarto de columna, si en papel, o tres frases y una imagen, si es en pantalla. A la inversa, el espacio dedicado al fútbol creció en forma exponencial, obligando a aumentar las páginas impresas o virtuales, y añadiendo suplementos deportivos diarios con todo tipo de comentarios.
Es que ya no es como antes: no sólo se habla de los resultados del partido, de la formación del equipo Tal, sino que se comenta el estado anímico del entrenador, la presión emocional ocasionada por el cambio de locales a visitantes, la relación latitud/aptitud física, como bien dice Asterix en una de sus inefables revistas, la influencia de la comida del jabalí que almorzaron la noche anterior....todo es motivo para llenar páginas y páginas, lo que me lleva a lo antedicho: el argentino lee, y mucho.
En especial, una vez cada cuatro años. Oficinistas, ejecutivos, carteros, y ahora ¡maestros! (yo misma) roban horas al trabajo para ver los partidos, previa lectura de la abundante bibliografía sobre el tema y hecho el correspondiente resumen.
Llegado el momento del partido, todos parecen tener su cábala, o como se llame, por lo cual más de un santo quisiera tener la devoción de un fanático ante un penal por ejecutar (¿a qué las palabras tan poco deportivas, como "ejecutar", "fusilar" y otras que me recuerdan la guerra? bueno al menos es una guerra de verdad, es una guerra virtual, en eso me quedo más tranquila...).
Pero a pesar de aprender mucho de historia (¿cómo no recordar la formación de la selección en el año 1978, o la famosa "chilena" de Mongorito Flores en la final contra Esferolandia en el 2002? ), a pesar de esforzarme por conocer a las selección actual porque después de todo es nuestra imagen de país la que se vio en el mundo entero, y porque los chicos (todo hay que decirlo) son muy buenos mozos...aún así, no conseguí dejar de sentirme la mayoría de las veces como si tuviera una enfermedad contagiosa o como alguien que le han practicado lobotomía y no puede ser considerado normal.
Y es que además hay que entender las jugadas.
Yo las estudié, analicé las posibles marcaciones, entendí el idioma de los gestos, pero a la hora de la verdad, vi 126 veces la misma imagen de una supuesta posición adelantada y ... no pude reconocer en qué momento y quién está en "posición adelantada"...es más, a poco de entender de qué va la cosa, llega el medio tiempo ¡y cambian de arco! me lleva unos quince minutos recordar que no es para ese lado donde tiene que ir la pelota.
De veras envidio a las mujeres que son hinchas natas: se solidarizan con los hombres, se calzan la camiseta (y tres tallas más pequeña alguna que tiene buena figura) y reciben aplausos de la platea masculina, además de disfrutar el espectáculo. La sagrada camiseta por la que damos la vida durante algunos días cada cuatro años...Envidia, si, envidia, porque no soy como ellas, que profesan el rito con devoción y sapiencia, y son admiradas y aplaudidas.
Acepto, no valgo para hincha, pero las hay que sí, y como siempre se pueden ver las cosas por su lado humorístico vuelvo al tema de la teología:
Chicas, ¡vamos bien! ya vestimos la camiseta, ya somos parte de la feligresía, ¿a que en poco podemos arbitrar? ¿o habrá que esperar a que la Iglesia Católica Apóstolica y Romana permita ordenar mujeres para que así sea simultánea nuestra participación en ambos ritos dominicales?
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