Hielo en un charco del camino, roto por las ruedas de los coches.
Hasta ayer me parecía que era otoño, pero este fin de semana, de repente, me ha llegado el invierno:
- en el camino a Extremadura, hacia el oeste, a medio día he tenido que poner el parasol a la izquierda: el sol está tan bajo sobre el horizonte que molesta por la ventanilla.
- en el pueblo las grullas se escuchan por todas partes ¿cómo puede ser un animal tan elegante y luego cantar tan mal?
- algunos robles todavía tienen hojas, pero el resto de los árboles de hoja caduca están ya desnuditos. La higuera de enfrente de casa también.
- he oido a un petirrojo tipiti tipiti, como el del
libro donde aprendí a leer. Luego le he visto saltando por delante de casa.
- por la noche hacía un frío de bigotes. Llegué muy tarde a casa después visitar a unos amigos. La luna iluminaba la escarcha y parecía que el campo estaba lleno de diamantes. Fuera hacía -4 ºC, dentro de casa 4ºC. Las estufas de butano no se querían encender... Menos mal que los nórdicos inventaron los edredones, ¡qué bien se duerme sin un ruido, calentita y con la satisfacción de que el frío se ha quedado ahí fuera :)
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