"Lo único que yo he hecho y lo único que hago en el teatro es defender la independencia del artista. A mí ninguna empresa me paga... el público al ir a verme es el que me paga, de modo que es el que me manda y si no pruebas al canto: cuando él, el público, no va a una sala, ¿ésta no cierra sus puertas?... Vale decir que si no hay público no hay empresa... entonces, ¿quién es el que paga?”
(REVISTA "ANTENA" - 22/12/1934)
¿Quién dijo esto?
Una mujer nacida el 11 de octubre de 1904, sin padre ni madre reconocido. Fue anotada como hija de Santiago Merelli, un cochero de San Telmo. Cuatro años más tarde, una joven uruguaya de 23 años reconoció en la misma partida de nacimiento a Laura Ana. Su nombre era Ana Ganelli.
A la escuela nunca asistió. Fue “boyero” de estancia hasta los diez años. Cuando tenía 12 años, tan solo sabía diferenciar la "a", de la "o", porque decía que tenía “una patita hacia arriba”.
Encontró a los quince años una persona a quien consideró su gran amigo: Eduardo Borrás, un conocido hombre de letras. Borrás fue quien llevó a la joven a otra vida. A leer y escribir aprendió a los veinte años, sola, con algún diccionario y la ayuda de su amigo y maestro no formal.
En 1931, se inicia en el periodismo: digno es de resaltar que fue una de las poquísimas actrices con carnet de "Periodista".
Empezó trabajando como corista en un teatro cercano al puerto,"un teatrillo de mala muerte, casi pornográfico", de nombre "Ba - ta - clán", de donde surgió la denominación "bataclanas" para las coristas. Llegó a ser "vedette" y la llamaban "La vedette rea".
Estrenó la obra "Leguisamo solo", de Modesto Papavero, que resultó un éxito. Quienes la vieron actuar, dicen que se movía "como pez en el agua".
Laura Ana Merelli empieza a ser Tita Merello, y luego “Tita”.
En cine, apareció en la primera película sonora argentina, "Tango", del año 1933.
"La fuga" (1937) fue su revelación como actriz dramática. Actuó en más de cuarenta películas.
Su primera participación en un disco fue en 1927 con dos tangos: "Te acordás reo" y "Volvé mi negra" en 1954, junto a Francisco Canaro, y logra su consagración como cantante.
Graba entonces "El choclo", "Se dice de mí", "Arrabalera", "Niño bien", "Pipistrela" y "Llamarada pasional". En los años sesenta y setenta graba más de cuarenta temas, con las orquestas de Carlos Figari y Héctor Varela.
Tenía algo de humor prepotente: eligió el humor, pero a su manera: contra la soledad, contra la miseria, contra el éxito que marea y confunde, contra la tilinguería, contra el macho porteño que diseña el rol que debe cumplir la mujer arriba y abajo del escenario, ironizando sobre los tradicionales roles de género:
“Los muchachos con la crisis /
se han embravecido, /
se han embravecido. /
Ninguno agarra para marido. /
Mucho grupo, mucha pinta /
mucho bigotaito, mucho bigotaito, /
pero no quieren entrar en acción”
(“Los amores con la crisis”, de Ivo Pelay y Francisco Canaro).
El tango fue, para Tita, un vehículo para canalizar su mirada de una sociedad que está creciendo –con cierta euforia e hipocresía—junto con ella.
Tita, la orillera, conoce los salones: los dos mundos que el tango contrapone pero deja convivir. Conoce las miserias de los pobres y de los ricos, que encuentran su síntesis en esa voz, mal educada pero dominante, en ese tono que parece burlarse de todo.
Cuando Tita canta “El Choclo” hace suya la interpretación que Discépolo practica sobre la ligereza del tango original de Villoldo (esto es algo que pocos conocen): la versión original de “El Choclo” no es para ser interpretada en círculos “socialmente correctos”.
La letra, cuyo título anticipa el contenido sexual, fue reescrita a pedido de otra gran cantante, e Libertad Lamarque. Lamarque y Merello representan dos países a menudo irreconciliables, que se comunican a través de tangos: una, Libertad, representa a la pujante burguesía de los años ’40, que adopta sin medir costos los modales de una clase media alta con gustos prestados; la otra, Tita, expresa la marginalidad.
En 1938 Tita rompió el esquema de belleza argentina que la música y el cine tenían reservado para las mujeres:
Dijo en un reportaje: “¿Sabe en qué consiste mi insolencia? En mi fealdad. Esa verdad tantas veces contemplada con impavidez, me da la pauta de mi propio valor. A lo que he llegado fue por mí misma. Las mujeres bonitas nunca tienen la seguridad de haber llegado por sí mismas”.
En sus últimos años hacía frecuentes apariciones, donde con su estilo y voz únicos repetía: “muchachas, recuerden de hacerse el test de Papanicolau”.
Sus palabras quedaron más en la memoria de los oyentes que cualquier campaña de medicina preventiva que haya habido al respecto.
Murió en Buenos Aires, el 24 de diciembre de 2002
Si quieres oír a Tita cantando "Arrabalera", pincha aquí.
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