La piecita del fondo.
Para los más jóvenes, la piecita del fondo era una habitación, entre la huerta, el gallinero, el galpón de herramientas, la leñera, donde vivía alguien de la familia: "El loco"., o"la loca".
Ahí vivía su vida, o por voluntad propia de separarse del resto o por ser impresentable ante la sociedad.
De eso no se hablaba, pero toda familia tuvo alguna vez un loco en la piecita del fondo.
Ahora hay instituciones que alojan tales "locos", pero que me disperso...
Esta piecita del fondo era de entrada prohibida. Porque sí. Es que nos explicaban todo...
De lo cual nada más volver del Colegio e intentar pasar a la piecita. Ahí guardaba mis tesoritos. En un cajón debajo del mueble para trastos viejos pero que "algún día" podrían servir.
Como cuenta malambo, en ese cajón había tesoros encontrados en la calle. Y tesoros robados a la escoba antes de ir a parar a la basura.
Cantidad de fósforos quemados me permitían armar casas, puentes, caminos, y si podía preparar engrudo, las estructuras quedaban pegadas a un cartón que era el regocijo de las cucarachas.
No importaba: como un mandala, a rehacerlo mil veces.
Pero la ventana...la ventana estaba colocada muy bajo, por lo que daba la sensación que la piecita era construida a mi medida.
Desde la ventana podía ver todo.
Y cuando digo todo, es todo: el mundo en un enorme jardín con su huerta, su emparrado, sus pájaros, sus insectos, el sol, la lluvia que permitía dibujar con el dedo en el cristal empañado, y la escalera.
¿Es que podía una casa carecer de una escalera?
¿Cómo haría entonces el vecino para cortar los racimos de la parra y hacer luego vino casero?
¿Cómo podaría mi padre los árboles?
¿Cómo apoyarían los colchones y almohadas al sol el día que venía el cardador a abrir las apelmazadas lanas y tornarlas esponjosas luego de pasarlas por su máquina?
Hace un tiempo entré a la piecita del fondo.
Me sorprendí en un gesto automático: tuve que agacharme, la puerta es muy baja.
Como el techo, como la ventana.
Abrí la ventana, poniéndome de rodillas, para ver el mundo a la altura de mis ojos de niña.
Lo que vi fue este pequeño patio, con parcelas donde se cultivaban hortalizas, con las plantas de flor, con la vid todavía plena de vida, con los caminos de baldosa colorada, y...
Con la escalera.
La escalera tiene dos escalones rotos.
Los dos de abajo.
Cerré la ventana y fui hacia la escalera: no tiene arreglo. La madera se ha podrido a pesar de los muchos cuidados.
Pasé a la casa, me reuní con los demás olvidé la pequeña incursión.
Hoy me levanté y me dije: "haré un post serio, sesudo, intelectual, profundo, que haga pensar a los lectores."
Pero sólo me viene a la mente la piecita del fondo, mi caja con mis tesoros y la escalera...
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