Miércoles por la tarde.
Frío. Humedad. Garúa persistente.
A las cinco de la tarde, cita con el odontólogo, con el agravante que toca "limpieza general", eufemismo para denominar un método de tortura consistente en quitar los brackets de mi ortodoncia, limpiar dientes y encías y volver a fijarlo.
Proceso que dura unas dos horas, durante las que permanezco con la boca abierta lo que me produce calambres hasta en los párpados.
Es que soy una quejicosa, todo hay que decirlo: los calambres desaparecen al lagrimear por el dolor ocasionado por el "cuarto de vuelta" de unos minúsculos tornillos que sujetan aún más los resortes y alambres.
A las siete de la tarde, con frío, humedad, garúa, más dolores varios, más incapacidad de pronunciar palabra que suene distinto a tener una papa hirviente en la boca, sólo tengo en mente una cosa:
Llegar a casa lo más rápido posible, quitarme la ropa húmeda, darme una ducha, tomar una sopa caliente y meterme en la cama.
Cuando de repente ¡recuerdo que no compré el azúcar impalpable y otros ingredientes para la torta que tenía pensado decorar!.
En un intento de buscar la solución por el camino más corto, vacilo en retornar a casa y mañana reiniciar el trámite de viajar hasta el centro, vistiéndome de nuevo y con algún dolor nuevo (gracias a los ajustes), o, ya que estaba, embozarme en la bufanda y comprar los elementos faltantes.
El cálculo costo / beneficio dio como resultado la conveniencia de ahorrar tiempo y dinero haciendo dos trámites en un sólo día.
Subí a un taxi, al que le expliqué (como pude) que me llevara a calle San Jerónimo al 25...
El chófer me mira por el espejo y me dice:
- "por favor, dígame la dirección correcta, tengo que avisar a la base dónde me desocupo".
La que esto escribe, (de aquí en más, Nfer, La Egipcia):
- "Vamos hasta el negocio de repostería que está en calle San Jerónimo, sobre la mano derecha yendo de sur al norte, mitad de cuadra, frente a la playa de estacionamiento...."
Ahí fue cuando (...otra vez...) el chófer me interrumpió, (pero no cortó el reloj que marca el costo del viaje) diciendo:
- "Señora, no existe San Jerónimo al 25"
La Egipcia:
-"señor, como he oído en esta ciudad por años, dije "al 25" por decir "al 2500"
El chófer (siempre parados en la puerta del odontólogo y sin detener el reloj...)
- "Pues señora, no va a poder ser, porque si usted me dice que es sobre la mano derecha, no conoce los sentidos de conducción de las calles, si voy como usted me dice entraré a contramano y eso puede costarme una multa e incluso un choque y no hay seguro que cubra los daños".
La Egipcia, empezando a levantar presión, o temperatura, o amperes o bits, o lo que sea:
- "Perdone usted, estoy acostumbrada a caminar por el centro; no presté atención al detalle. ¿Podría, por favor, ir por la calle paralela hasta la numeración del 2400, girar a la derecha, retomar hacia el norte, y dejarme a mitad de cuadra?"
El chófer:
- "Está bien, señora....pero dígame la altura exacta ¿o cree usted que mi trabajo es conocer todas las calles de esta ciudad? Puedo perder un nuevo viaje si no informo a la base dónde dejo el pasaje".
La Egipcia, (con más voltaje y más dolor de bolsillo que de maxilar, lo que es mucho):
- "señor, hagamos así: avise usted a la base que dejará el pasaje con los datos que yo le di, y ellos por el GPS sabrán decirle dónde está el negocio y dónde quiero ir" .
El chófer: (con tono resignado de perdonavidas)
-"bueno...vamos...pero que le quede en claro, señora, que lo hago por única vez, porque
no es mi obligación conocer las calles de la ciudad,si usted no sabe dónde quiere ir, no soy Mandrake el mago".
Llegamos, ¡al fin!.
El reloj marcaba cuatro pesos con 10 centavos. Le entrego un billete de diez pesos y una moneda de diez centavos.
EL chófer dice:
-"No tengo cambio, es el cliente el que tiene que pagar lo que marca el reloj con el dinero justo
¿o cree usted que soy el Banco de La Nación?"
Dicho lo cual,me devolvió los diez centavos...(y sólo los diez centavos).
Acepto: sólo son cinco pesos, soy una miserable tacaña, es un poco más de un euro, pero es el precio que hay que pagar por haber puesto en situación incómoda al chófer, por no conocer la ciudad donde vivo y
¡pretender que la conozca un taxista!.
¿Habráse visto semejante cosa?
Al bajar me inclino para saludar, que lo cortés no quita lo valiente, y añadir:
- "le ruego me disculpe el mal momento que le hice pasar, tenga la certeza que no volverá a suceder".
Y no volverá a suceder.
Porque, a menos que esté en peligro la vida de una persona, en mi vida vuelvo a subir a ese taxi...que en el techo tenía encendida la luz donde lleva grabado, en negro sobre blanco, el número de la unidad...(que además es muy fácil de recordar).
¿Habéis visto qué fácil es descargar las culpas en otro, no asumir las responsabilidades, y de paso quedarse con el dinero ajeno?
Nota: al regresar tomé
otro taxi, que no sólo entendió de una donde iba, sino que me dio vuelto, se bajó y me abrió la puerta pues venía muy cargada de bolsas, y me saludó con una sonrisa. Que hay gente pa tó...
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