Aquí vemos una mujer
que, o reza, o está cansada.
(en su vida no pudo entender
para qué las manos cruzadas).
De este valle de papel y jabón
se irá como ha venido,
sin más suerte que la obligación,
sin más pago que el olvido.
Muy pronto se muda a un lugar
donde muchas son palabras vanas
esas que por años oyó predicar
en un templo, los fines de semana.
Nadie le exigirá soportar
la peor de las discriminaciones,
a saber,
el haber nacido mujer.
No lloréis a esta pobre mujer
ya en poco abandona
un hogar donde no hay que barrer,
de ser objeto para ser persona.
Aleluya a esta pobre mujer
que en poco nos reivindicará:
ya no tiene cosa más que hacer
que ser ella. Por todas, lo hará.
- "Indulgencia mundana:
... pero no se trata de la indulgencia que predica el mundo, donde un ser humano se consuela a sí mismo a través de otro ser humano, donde los hombres se consuelan recíprocamente y dejan a Dios fuera.
Cada ser humano es una estructura gloriosa, pero lo que destruye a tantos es, por ejemplo, esa cháchara confusa entre hombre y hombre sobre aquello que debería ser sufrido y también madurado en silencio, esa confesión hecha ante los hombres en lugar de ante Dios, esa apertura comunicativa a este y aquel sobre aquello que debería ser un secreto, y un secreto ante Dios, esta avidez impaciente de consuelo humano.
El hombre religioso, por el contrario, ha aprendido en el dolor del aniquilamiento que la indulgencia humana no sirve de nada; por eso, nada espera de ese lado, sino que está frente a Dios, sufre lo que significa ser un ser humano , y serlo ante Dios.
Así, nunca podrá ser confortado por lo que la multitud mutuamente sabe, la multitud que tiene una idea mercantil de lo que significa ser un hombre, una noción elocuente y parlanchina, de décima mano, de lo que significa ser ante Dios."
Soren Kierkegaard