Era un adolescente grandullón, largo, largo y maldito lo que valgo, de esos que parece que han crecido demasiado y demasiado deprisa y no saben que hacer con sus piernas y sus brazos que se balancean sin mucha gracia y se chocan con todo. Le gustaba pensar en las estrellas y le preocupaba la posibilidad de hacerle daño a una mariquita, sin querer, simplemente por no verla o, en el caso de otros seres vivos grandes o chicos, por no comprender sus sentimientos. Su vida era solitaria.
Un día se sentó en el Jardín Botánico delante de una escultura vegetal, "Las Flautas" ponía el cartel. Estaba sucia la flauta de Pan del Jardín Botánico. Aún así se imaginó que sonaba la "estatua del jardín botánico" tocada en ese intrumento. Una tímida sonrisa se puso a flotar en sus labios, mientras pensaba como sería sentirse metálico y tener la cabeza llena de un agua cristalina en donde los pensamientos nadaran juguetones persiguiendo a pececitos de colores fosforescentes, que no es exactamente lo que dice la canción, pero bueno. Si esto fuera un cuento, en ese momento una voz dulce le habría sobresaltado preguntando "¿en qué piensas que sonries así?". Pero lo cierto es que al cabo de un rato se levantó y se volvió a meter en el mundo real.
Me parece que he visto a alguien a quien le han robado su flauta y aún así sigue tocando su música ¿la oyes?
Si, la oyes, yo también la estoy oyendo
;-)