Hace un tiempo una amiga del cole me recordaba las panzadas de pepinillos con patatas fritas y postre de leche condensada cocida a modo de dulce de leche me daba cuando estudiaba (tiempos aquellos en que los botes de dulce de leche caían sin consecuencias volumétricas *suspiro*). Así que cuando vi el libro
Des cornichons au chocolat de Philippe Labro (en español
Pepinillos con chocolate) al pasar por una librería no pude resistir la tentación.
A pesar de la diferencia de acompañamiento de los pepinillos y las diferentes circunstancias familiares, hay puntos en común con la protagonista del libro que me han hecho volver a sentirme adolescente.
¡Qué bien que pasan los años y algunas cosas mejoran! :P
Mientras tanto, no me gusta, porque no consigo mantener la misma actitud todo el tiempo. Cuando me enfurruño y me pongo de morros, lo que estaría bien es que siguiera de morros todo el día pero no lo consigo. Además no sé porque me pongo de morros. Cuando me siento feliz, quiero decir cuando me siento menos como una mierda que de costumbre, tampoco dura. Tengo altos y bajos, como un yoyo y me cansa...
...y es que ser yoyo es cansado efectivamente.
Sé bien porqué me gustan los pepinillos con choco, porque la vida que he vivido hasta ahora está hecha de pepinillos y chocolate, a veces duele, a veces es agradable, y todo eso hace que mi vida sea como es.
Et oui, c'est la vie!
PD: Traducción anónima, consumir bajo su propia responsabilidad, puede contener dulce de leche.
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