Así empieza un capítulo de Cien años de soledad de García Márquez.
Leí el libro hace muuuuucho tiempo. Lo recordaba como un libro deslumbrante y con mucho humor que me encandiló por la imaginación desbocada y el ¿atrevimiento? (no sé si es al palabra) de decir cosas increíbles como si fueran lo más normal del mundo, como por ejemplo la frase que cito.
Recordaba la enfermedad del insomnio con la pérdida de memoria que aqueja a todo un pueblo y que lleva a las personas a apuntar los nombres de las cosas en papelitos porque lo olvidan todo, Remedios la bella ascendiendo al cielo según colgaba las sábanas, los animales que se reproducían de manera prodigiosa, la casa empapelada de billetes, las maravillas del mundo exterior (el hielo, los imanes), Melquiades que parecía iba a vivir para siempre con su misteriosa sabiduría, los amoríos tan desmedidamente desgraciados...
Al cabo de los años lo que no recordaba es porque se llama Cien años de soledad. Se ve que la primera vez no me marcó la incomunicación de los personajes ni su lucha contra el desgaste del tiempo. La historia del insomnio y los papelitos que recordaba como graciosa, con los años de ver Alzeimers de cerca ya no me parece tan humorística.
En fin, que me ha vuelto a gustar mucho y más teniendo en cuenta que tiene su mérito que un libro pueda leerse de maneras tan diferentes.
Por lo demás, aunque no sé si eso tiene que ver con el libro o con la vida, me ha sorprendido descubrir como puede una ver lo que ha cambiado con los años al ver como cambia lo que una lee en el mismo libro.
Transcribo una cita medianamente optimista, para llevar la contraria. Una que habla de soledad compartida y no de soledad a solas:
Intrigado con este enigma, escarbó tan profundamente en los sentimientos de ella, que buscando el interés encontró el amor, porque tratando de que ella lo quisiera terminó por quererla. Petra Cotes por su parte, lo iba queriendo más a medida que sentía aumentar su cariño, y así fue como en la plenitud del otoño volvió a creer en la superstición juvenil de que la pobreza era una servidumbre del amor. Ambos evocaban entonces la riqueza aparatosa y la fornicación sin frenos, y se lamentaban de cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida. Locamente enamorados al cabo de tantos años de complicidad estéril, gozaban con el milagro de quererse tanto en la mesa como en la cama, y llegaron a ser tan felices, que todavía cuando eran dos ancianos agotados seguían retozando como conejitos y peleándose como perros.
Lo que dices es una verdad como un templo y ocurre siempre con los libros. Incluso, en los libros de ensayo, cuando vuelves a leerlos pasados los años, te das cuenta de que la primera vez no estabas aún preparada para hacerlo. Eras demasiado joven, tenías poca base...
Cien años de soledad lo leí, concretamente, en el año 69 y lo que más recuerdo es que me producía una sensación de asfixia, de dejarme sin aliento. Por entonces, yo leía a los escritores europeos -Heinrich Böll, Max Frisch, Günter Grass- y, en contraste, García Márquez me resultó demasiado exuberante. Esos párrafos tan largos, tan densos...
Años después, cuando volví a leerlo ya más habituada a lo que se llamó el boom latinoamericano, pude disfrutar más de él.
Lo que recuerdo que me marcó con ese libro, es que descubrí que "el tiempo no transcurre, somos nosotros los que pasamos por él"
Hay unos misteriosos pergaminos con una maldición que durará "100 años" como una metáfora de la totalidad de la existencia, cada uno de nosotros vive "su parte" y forma parte del eterno ciclo.
Pero es cierto, no sé qué encontraría hoy si volviera a leerlo. Por las dudas, no lo haré.
¿Qué puedo añadir a lo que ya ha sido dicho...(o que no ha sido dicho), pero sí hablado off line con los comentaristas de este Blog?
Digo que esta Comentarista Dispersa se sorprendió muchísimo hoy al encontrar una foto (el texto lo leí después) que bien puede ser una foto tomada en cierta esquina que conozco y tiene un valor especial para mí.
Todos sabemos cuánto puede evocar una foto de un atardecer, de unas aves volando, de una cascada, de una flor seca, de...de muchas cosas.
Si esta foto que veis aquí la hubiera tomado siguiendo la calle y no "hacia abajo" (y ese día también llovía) entonces lo que se vería sería la "Bajada Osinalde" así llamada porque en la casa que está sobre el muro de la izquierda en la foto de este post pertenecía a la familia Osinalde, en el cruce con calle Estrada.
(Google maps insiste que es "Usinalde" por si a alguien le da por buscar, pero todo Paraná dirá que es con "O")
Hoy no es el momento de releer "cien años de soledad", es el momento de evocar esa calle que lleva a la "Baxada del Paraná", y de compartir con mi almohada la ilusión de poder tomar una foto y compartirla con ustedes.
Estoy de acuerdo. Cuando relees un libro después de un tiempo que haberlo leido, ni tú eres la misma persona ni el libro será como lo recordabas. Esa es una de las razones por las que me resisto a tirar los libros viejos...
Y es que los pobres no tienen la culpa: no son ellos los que envejecen.
morenita: revisitando a Palimp (¡tanto tiempo sin pasarme por esos blogs!) me encuentro con un comentarista que me atrajo la atención:Seikilos.
Cuánto que una conoce sin querer...
Y leyendo su comentario (que no su blog, que tiene mucho, en mi ignorancia creí que su nick era "seis kilos" escrito por uno de esos jóvenes que escriben abreviado a su manera), recuerdo lo que dijo Borges acerca de "Cien años de Soledad":
"...los primeros cincuenta años me parecieron interesantes..."
Soy incapaz de discernir si era una de sus bromas pues me falta el contexto de esa frase.