Cuando niña, en el Internado del Colegio de Monjas, abundaban en el jardín las calandrias.
Pasaron años y pájaros, años y casas, casas y ciudades, jardines y campos.
Un día, el choque contra un ventanal, me las recordó. Fue en la primavera pasada. El cristal polarizado produjo ilusión de espejo, y vi a un macho intentando mantener su territorio libre de supuestos rivales. Luego de mucho esperar, pude capturar esa
batalla.
Luego de un tiempo, volvió el silencio de los ruidos habituales.
De vez en cuando veía
uno, o dos, ¿tal vez tres? en la tupida sombra del viejo limonero.
La casa entera tiene rejas sólidas, hasta en la claraboya del baño. Ahora, la que está enjaulada soy yo.
Por lo que tuve que salir y, sentada sobre la gramilla, esperar.
Vinieron y se fueron iridiscentes picaflores en vuelos locos; venteveos cejijuntos con los picos listos a cazar alguna gota de agua de las que caían de un viejo canalón; caseros yendo y viniendo con el gratuito barro en sus picos; gorrioncillos despiojándose en escandalosos baños de tierra polvorienta y caliente.
A veces, el inconfundible "carr, carrr..." de las cotorras me hacía ilusión: podía ser una calandria imitando la voz de la cotorra.
¡Cuántas veces que me pareció oírlas!
Bien pronto aprendí que deseaba oírlas y en la voz de otro pájaro, el rechinar de una puerta, el sonar de un timbre, eran eso: las voces de otros pájaros, el girar de una puerta sobre sus oxidadas bisagras, el timbre del teléfono.
Leí y pregunté sobre sus hábitos: habrían volado hacia las islas en busca de ambientes más frescos, o que estarían en alguna jaula, que jamás volverían, que estaban de paso...
Mayo llegó y con él, los primeros amaneceres con neblina y rocío, las siestas tolerables y relámpagos sin lluvias.
Fue a principios de mayo cuando no uno, sino dos perfiles inconfundibles, posaron sus patitas en las rejas: ¡dos calandrias!.
Una (¿o uno? ) de los dos ofrecía un bocado a la otra (¿otro?).
Lejos mi intención discursiva sobre la igualdad de géneros, o sexos, aunque muchas metáforas podrían generar las líneas y las curvas, la separación y la unidad, el soporte y el soportado.
Aquí les dejo la foto. Algún día nadie la podrá ver, o no habrá quién para verla. O habrá demasiados y nadie la encontrará.
Alguien derribará una calandria.
A una, a dos, a tres... pero a todas, no.
Como el viento, saldrán de los nidos, de las hendijas de un tronco seco, de un frondoso ramaje, por debajo, los costados, por arriba.
Todas, y más.
En en un mismo vuelo, con distinta voz.